Cuentos para Mi

La realidad se mezcla con la imaginación, el sentir se confunde con los recuerdos, y estos son los relatos que avivan mis noches y mis sueños , Hoy los comparto contigo.....

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Nombre: Sol Diez
Ubicación: Arica, Tarapaca, Chile

Desde los doce años que escribo, esta es la primera vez que publico y espero saber sus comentarios,las actualizaciones son semanales.

01 julio, 2006

Canela...cuando vendrá Luna

Caminaba, su figura delgadísima pero proporcionada, con pasos de candente oscilación... extraña Canela... su pelo largo se agitaba levemente por la brisa marina de invierno de está cuidad costera y alejada, daba la sensación de no saber que estaba ahí, sus ojos oscuros brillaban, sin buscar compañía, gozaba de la soledad de la noche, que de vez en cuando interrumpía cuando la luz del cigarrillo se acercaba a su cara, era un ángel despiadado, indiferente a las miradas de amantes y solitarios como ella, ahí estaba.

Se acercó hasta donde llega el lamento del mar y deja su estela de golpe, despojándose de las ataduras de sus ropajes, sus carnes blancas y escarchadas buscaron al amante, sus manos recorrían palmo a palmo el cuerpo frío, buscaba arroparse del deseo incandescente que dentro del vientre gritaba la necesidad del hombre que dejó en ella el recuerdo de una sola noche.

Una noche como esta se entregó a la ventura de no saber de nombres, ni de lugares, sólo palabras aisladas y gemidos, dentro de un auto, la tomó desde una plaza, él impresionado por el halo del silencio y la mirada ardorosa, Luna, llámame Luna , como la que nos alumbra, Mar va a ser mi apellido que resonará en ti como maldición en futuros años, susurró en su oreja tibiamente, tú serás Apolo. Cabálgame y le ofreció su cuerpo desnudo, y en el pequeño ruedo de metal, apremió la húmeda y aromática anca de esa yegua nueva desatada sólo por el deseo , sin amor presente, Apolo arremetía la fusta tiesa y enrojecida, que de vez en cuando, Luna lamía acicalándola cual animal su pelaje, los vidrios estaban impregnados de vapores humanos sin prejuicios, la fragosa batalla comenzó a huir por entre los poros que contuvo el látex donde se vació desangrado el amor, no hubo caricias ni palabras dulces, se va la noche, luna se acerca un cigarrillo a sus labios, deja atrás el mar y se esconde nuevamente tras el cerro, camina, sonríe y aún así deja caer una lágrima sobre la escarcha del alma. Canela vuelve a casa, besa a su madre que la espera, son solo la una de la madrugada, se abraza a su almohada, y se encorva entre las sabanas…

15 mayo, 2006

Canela. capitulo 2 , el demonio en el cuerpo.



Al pasar los años, Canela renuncio al sueño de seguir siendo niña y a regañadientes fue aceptando el mundo de los adultos, superando en ese paso la muerte de su padre y asumiendo la responsabilidad de ser madre de su madre y referente de su familia convertida en un matriarcado. Para las mujeres de esa familia era muy importante el como comportarse y Ella era lo que se enmarcaba en un ser socialmente aceptable, inteligente y culta, que a veces sorprendía para sus cortos años, de hecho su mundo de conversaciones y círculo de amistades se desarrollaba entre adultos mayores y se distanciaba enormemente de sus primos y hermanos, que gozaban de la irresponsabilidad de la juventud, pero tanta responsabilidad termino ahogándola y comenzó a llevar una doble vida.

Fue así como comenzó a entrar en el mundo del sexo, como un desahogo, Había comenzado como un juego de sólo tomarse la mano y algún beso robado por aquel niño que ni siquiera recuerda su nombre, los besos la llevaron a las cálidas caricias, más audaces, debajo de su blusa en buscaba de sus pequeños senos y, ella sintiendo como su menudo cuerpo empalaba a su amigo de turno, cuando la abrazaba en aquella jauría de manos y lenguas fue entrando en la espiral de la vida. La primera vez fue a los quinces años después de dos meses de besos y caricias, irresponsablemente, pero gozosamente se entregó, extrañamente sintió el poder que tenía sobre los hombre.

Desde ese momento los encuentros y desencuentros marcaron su vida y sus demonios, sus juegos eróticos no tenían límites, daba lo mismo un conocido o un extraño. Sabiendo que su cuerpo había cambiado y no consciente cabalmente de sus atributos, jugaba con fuego.

Su casa cada verano, por estar en la costa se llenada de amigos y parientes que huían de las ciudades solas y aburridas. Uno de esos veranos, cuando se empinaba cerca de los 16 años, llegó un primo mucho mayor que ella, ya casado que aprovechó de visitarlos debido a que su familia se encontraba cerca de la ciudad, como todos los dormitorios estaban copados, le tocó dormir en el cuarto de las niñas, como tiernamente le decían a Canela y su hermana menor, le acomodaron una cama cerca del camarote que les tocaba compartir a las hermanas por ese tiempo. El calor y la humedad de estar cerca del trópico era insoportable incluso de noche, por lo que se dormía con apenas las sabanas y algo ligero sobre el cuerpo, Canela lo hacía con una polera muy delgada casi transparente, y una pequeña tanga que enmarcaba sus glúteos firmes y redondos tras sus piernas largas, delgadas y torneas, con su piel doraba por los rayos del sol que la acariciaban tarde a tarde en la playa. La primera impresión de este hombre fue maravillarse al ver en que se había convertido esa niña que hacía más de una década no la veía. Sus ojos no se despegaban del cuerpo que tenía al frente, luego que entrará al cuarto después de la ducha, adivinando y comenzando a desear lo que tenía debajo de la toalla que la envolvía y que llegaba hasta sus muslos, Canela le pidió que le alcanzará la blusa que estaba bajo la almohada, mientras que de la cómoda sacaba su tanga y se la colocaba como si él no estuviera. Despertando del momento, se acercó lo que más pudo y olió su fragancia al pasarle la blusa, dejando su respiración entrecortada en su cuello, erizando sus bellos, en ese instante despertó su demonio y comenzó el juego.

Se dejó caer sobre la cama para comenzar a ver una de las películas que repetían todos los veranos en un televisor pequeño que tenía sobre el ropero, boca abajo y abrazada a un cojín, se movía suavemente, sabiendo que la observaba con el deseo contenido, comenzaron sus manos a acariciar sus pies y sus pantorrillas; cada cierto tiempo como sin importar que estuviera él, ella se levantaba a cambiar de canal, y para alcanzar el televisor debía empinarse por lo cual su tanga se veía en toda su magnitud, nuevamente volvía a la cama, que para volver debía pasar cerca de él, y lo hacía muy cerca para rozarle como si fuera sin intención, sintiendo como ese hombre ardía de deseo, tratando apenas de controlar y, esto a Canela le causaba unas sonrisa maliciosa a la vez que sus ojos brillaban.

Habían otras noches, cuando llegaba él tarde, Canela le esperaba como si estuviera durmiendo, dejando ver su cuerpo semidesnudo, sabiendo que contendría las ganas por tocar aquel cuerpo, allí él se quedaba un buen tiempo, sin emitir sonidos, y ella sólo sentía los resoplidos ardientes que trataba de silenciar para que ella no lo escuchará, y el juego duró todo el tiempo de su visita. La última noche, después de la despedida oficial de su primo , ya muy tarde, Canela lo sorprendió dándole un beso jugoso y caliente como despedida, dejándole que acariciara por primera vez su cuerpo, sin dejarlo decir nada, para marcar en él el recuerdo de un verano que jamás olvidaría y que mucho tiempo después le confesaría a ella.

26 marzo, 2006

Canela o el éxodo de mis demonios. capitulo 1


Desnuda, sin atadura, ni vendaje que me amarre, así desde ahora iré por la vida, asumí que no tengo la edad que quisiera, pero lo que tengo es lo que soy, desnuda y ardiente, sin calma pues el tiempo corre y esa carrera no quiero que me deje atrás, sólo viviendo de lo que fue o pudo ser, y me atrevo a mirarme en el espejo y ahí estoy despojándome de los demonios…..

En algún lugar del tiempo termine el libro que me obligaron a leer sin mucha expectativa pero al final terminé por adoptar el sobrenombre de su heroína” Canela”. Canela no se parecía nada a mí , pero en el fondo parte de esa inocencia, pudor y amor se quedaron en el libro y en las lágrimas que cayeron en el, tan sólo doce años tenía cuando el mundo del sexo se abrió ante mí, ni siquiera me quitaba el sueño “ser mina”, al revés lo que más temía era convertirme en esas niñitas de vestido y tacón, por lo que siempre andaba en harapos masculinos sobre una patineta, vivía mi infancia a concho, flaca casi cadavérica y muy flexible, subía y bajaba los faldeos del morro. Y ahí empezó la historia de Canela, la segunda niña de la familia, la del medio. Sus pechos comenzaron a florecer con dolor y fiebre que refrescaban con paños helados, sus piernas y brazos se alargaban aceleradamente creciendo asimétricamente en relación a su cuerpo, su cara era fina con una nariz respingada y pequeña, con ojos achinados y oscuros, de piel blanca y suave, de cejas gruesas, solitaria e introvertida que disimula muy bien bajo esa verborrea que mareaba a cualquiera que quisiera conversar con ella, comenzando ahí a construir su armadura que acarearía por largo tiempo.

Cuando llegó aquel tío de ojos claros y cariñoso, la familia lo recibió con los brazos abiertos, él había sido un gran gerente que el alcoholismo lo dejo en la calle, y lo mandaron al norte un tanto por vergüenza y por otro lado con la esperanza que se recuperará, Canela se acerco a él pues era muy culto y sus relatos de los viajes que había hecho de joven la hacían viajar a esas tierras que imaginaba en sus sueños. La convivencia durante los primeros meses fue normal y no bebía muy poco, pero al pasar el tiempo cada vez iba empeorando. Una tarde antes de irse a su trabajo de rondín, su tío le pidió a Canela que le fuera a comprar una botella de vino, a lo que accedió sin decir nada, la casa estaba sola. La llegada de la niña fue rápida y amablemente le pasó su encargo, al tomar su manos notó que ya no la miraba como antes, con la prisa de seguir con sus tareas y juegos no puso reparó en esa mirada. A la siguiente tarde y estando solos nuevamente, el tío se acerco por detrás de ella, quien sintió ese desagradable olor a vino, que emanaba de su cuerpo senil, y una mano sobre sus pequeños pechos que se abrían como botón de flores al iniciar el día, la sorpresa la hizo girar y el miedo la enmudeció , sintió como le apretaba esa inmensa mano sus tierno mamas, al segundo reaccionó y salto de su silla, en ese instante llegaba su hermana menor y se guardo el momento para sí, tomando su rutina como si nada habría pasado. El miedo a un padre machista y a un mundo desconocido la hizo callar ese encuentro. Por un tiempo evitaba encontrarse sola en la casa, pero las excusas se le acabaron, y el tío pasaba poco en el lugar, pero vinieron las vacaciones del anciano alcohólico y los encuentros se hicieron más recurrentes, estaba obsesionado con ella y sus pechos, cuando podía se los manoseaba, la sensación las confundía pues le desagradaba enormemente pero también comenzaba a sentir cosquillas agradables, los ojos penetrantes y la mirada la dominaban lo que le permitió convencerla de que le mostrará sus senos mientras le corría un ligero hilo de baba desde su boca, no contento con ese espectáculo se acercaba y se los besaba, Canela sentía asco del olor que despedía su cuerpo pero también le gustaba ese sensación, dejando en ella un halo de culpabilidad, de sentirse sucia, cometiendo pecados inconfesables, menos iba ir donde sus padres a contarles lo que pasaba, pues las mujeres eran las que tentaban a los hombres, concepto errado de una familia muy apegada a la iglesia y al machismo, un muchas veces para callar sus actos le daba dinero que ella manejaba en el más estricto secreto, fueron dos años malditos sufriendo, y gozando el despertar del placer, hasta que su padre decidió que el anciano debía regresar a su hogar en la capital para que sus hijos se hicieran cargo de él, pues ya había perdido la batalla contra el alcohol y podría en su locura senil provocar algún problema con sus hijas ya adolescentes, Canela sintió pena pero también un alivió, nunca hablo del tema con nadie más que con su siquiatra mucho tiempo después.

01 febrero, 2006

El encuentro

Es cierto que la necesidad de saber más de aquel hombre joven que sólo me había dado cuenta de su existencia esa noche tras el visillo, y al cual me entregue sin remordimientos en la soledad de mi cuarto, me intranquilizaba, no fue más que una ilusión; para luego recordar en algunas de mis anécdotas poco decorosas que contaría en mis momentos de calentura al amante de turno. Retomé mi vida, seguí con mis lecturas atrasadas y uno que otro panorama veraniego. Una noche tan o más calurosa que aquella, baje al estacionamiento para echar a andar un rato el auto que no había movido en días, tal parece que había sido mucho tiempo que no lo hacía porque no quiso encender, en esta tarea estaba, cuando una voz suave y varonil me preguntó si me ayudaba, tan ensimismada estaba que no reparé que era él, hasta que enfrente su rostro, quede muda, y sólo asentí con mi cara, me ayudó a salir del auto, como era tarde y estaba por ir a dormir, después de una ducha fría, estaba vestía sólo con un vestido delgado y un pequeño calzón que se apegaba a mi cuerpo, la piel se me erizó al sentir su olor y su tibieza junta a la mía, después de darme algunos consejos sobre el auto, se presentó, soy Rafael, tu vecino del frente , haciéndome la que no entendía, cual de todos, pregunté, él sonrío y en sus ojos vi que sabía que de vez en cuando lo espiaba, el que da con tu balcón, y siguió llevo poco tiempo aquí, y siempre que llegó tu ventana esta encendida y me pareces que lees, entonces me presente soy Sol , soledad es tu nombre, repitió él, entonces aclaré, sólo Sol. - bueno Sol, un gustó en conocerte- y acercó su cara para darme un beso, y yo en un acto de arrogancia o locura lo besé en los labios, al principio quedo sorprendido, pero luego respondió a mis besos cada vez más profundo , donde mi lengua buscaba llegar a su paladar y causar que su sangre se calentara como lo hacía la mía, sus manos buscaron mis pechos sobre aquel vestido que dejaba entrever mis pezones erectos y oscuros, yo busqué su miembro sobre su ropa que estaban igual que mis pezones, empalados. Entramos a la parte posterior del auto, en el estacionamiento a esa hora estabamos solo nosotros, y uno de los faroles se hacía cómplice de esta aventura, parpadeando, desabrocho parte de mi vestido y beso mis senos, a veces los mamaba, mientras mi sexo se humedecía, sus dedos buscaron mi centro que hacían estallar mis gemidos, liberé su miembro , mientras desde algún lugar saque un condón lo puse sobre el con mi boca, y lo enfunde, lamiendo sus pliegues que ayudaban a que el coro de espasmos nos llevara a encajar nuestros cuerpos como piezas de rompecabezas, juntos exhalábamos aire caliente. Arremetía su falo con fuerza dentro del convexo de mi cuerpo, susurraba palabras que no entendía, pero que imaginaba, y al igual que tras el visillo, ofrecí mi anca redonda y jugosa, para que él, sembrara estocadas que hacían palpitar mi vulva , la cuál apretaba y soltaba a mi antojo, no dando tregua a esta batalla, el tiempo escapaba de nuestros cuerpos como también nuestros vapores que empañaban los vidrios del auto, entonces desde todos los rincones acudían las sensaciones al llamado de mi de esta hembra en celo, para explotar en silenciosos y pequeños orgasmos sucesivos, mientras el ritmo de las estocadas se hacían más lentas y profundas, quedando sobre mi espalda el cuerpo agitado de mi acompañante. Luego de un momento volvió la cordura, que más parecía locura al reír y contagiarle, fue una bienvenida a mi vecino, difícil de olvidar, también me contó que esa noche me vio tras el visillo.

16 enero, 2006

A través del Visillo

Mas de tres semanas que no me acerco a mi PC, como te extrañe, pero debía dejar esta obsesión que se convierte tenerte tan cerca como también tan lejos, sin salir de casa, sólo a lo estrictamente necesario, al doc y a tramites bancarios. Es increíble como somos animales con hábitas limitados, sin mucho que hacer, mi cama se convirtió en mi nido, mi refugio, como perra recién parida no dejaba acercarse a nadie. Mis brazos y mis manos se atrofiaron al no dar caricias, cerrados, agotados, pero aquí de nuevo.

“La noche estaba espesa, pegajosa, el calor del verano no me dejaba conciliar el sueño, el ventanal del dormitorio que da a un pequeño balcón del departamento donde vivo siempre se encuentra abierto, para ver si con eso se aliviaba esa calentura que hierve la sangre y las ganas sobre todo cuando se está sola, casi una viuda de verano. En realidad me encanta Arica en verano, pues tengo tiempo para leer, sobre todo cuando no hay nadie en casa, aprovecho además para poder despojarme de estas ropas y estar desnuda, así libero mi cuerpo y mi alma de las costumbres sociales que de vez en cuando atan este ser que quiere ser libre.

Como de manía tomo algún libro de aquellos que se van juntando en el año y que no acabo nunca de leer; en eso estaba cuando me llamó la atención el departamento de enfrente, por primera vez me daba cuenta que existía vida detrás de esas ventanas que generalmente estaban cerradas y a oscuras, la curiosidad y el calor de la noche me hizo asomarme espiando, sintiéndome invasora de otras realidades y ahí estabas, la luz dejaba entrever la llegada de una pareja, comenzaste a desvestirla a tirones, rodaron por el piso como pelea de perros, entre risas y mordiscones se jalaban todo lo que tenían encima hasta que quedaron desnudos lamiéndose las heridas de la batalla, mis ganas al verlos me hicieron buscar entre mis piernas y con mis dedos las sensaciones que poco a poco las fui robando de aquel cuarto, creía oír las palabras que los calentaban , mi respiración se unió a las suyas, mientras penetrabas lentamente a tu amante y ella se doblaba de júbilo y con furia te sostenía entre sus piernas, el ritmo de las estocadas las fui sintiendo como mías, mis gemidos se los llevaba la brisa que no me calmaba, sino extrañamente me acoplaba a la cópula tras ese vidrio. Estaba mojada, apretaba mis pezones con la otra mano y mi lengua buscaba sus lenguas, sin cerrar los ojos, para no perderme ningún detalle de tus movimientos, retardando los estertores de la explosión que se venía, la tomaste de su delgadez extrema, dejaste que su cuerpo buscará estabilizarse para arremeter con tu miembro desde atrás mientras tirabas de sus cabellos tiernamente, y acariciabas su espalda, mi humedad se convirtió en ríos salados sobre mi cuerpo, cada músculo se entumecía , a la vez que la electricidad provocada corría por mis venas hasta hacerme gritar el placer más infinito que producías con cada arremetida. Entonces agitada, provoque una y otra vez mis convulsiones, hasta que los vi , abrazados, uno al lado del otro, me quedé quieta disfrutando de esa calma detrás del visillo del ventanal, despreocupada, desnuda, sonriéndoles, sin que me vieras.

A la mañana siguiente volví a buscarte con mi mirada, de nuevo la ventana cerrada y tapiada con una cortina gruesa, me asomé al balcón , en el estacionamiento, te despedías de ella, me miraste , yo sólo te sonríe y te di las gracias.

23 diciembre, 2005

Las musas no quieren venir

Es la primera vez que me siento tan mal que no pude sentarme para comenzar a escribir, pues la rabia y la tristeza se encargaron de nublar mi corazón y mi cabeza, la navidad no es la mejor epoca para mi, en realidad son de una carga negativa, y no porque tenga un mal recuerdo, sino porque hoy me siento sola a pesar de estar acompañada de gente que me quiere, quizás me tome un tiempo el aparecer de nuevo, mientras seguire visitando a todos aquello amigos que siempre me leen y visitan. Este espacio que siento tan mío necesita un tiempo para ir acomandando las alegrias y las penas. Espero que en cada uno de sus corazones la paz y el amor se quede y se multiplique desde mi Arica Un beso y un fuerte abrazo.

17 diciembre, 2005

Patricia.


Después de pasar cerca de ochos horas en el trabajo, Patricia llega a su casa, al entrar deja su postura de jefa, y entra la otra mujer tan distinta a la profesional, mas bien insegura, es cierto, tenía un buen pasar, dos hijos preciosos, y un marido que la adoraba pero aún así, sentía que algo le falta. Como todas las noches desde hacia ya algún tiempo buscaba excusas para no tener relaciones con su marido. Se sentía mal al tener que fingir orgasmos que no sucedían y tampoco se atrevía a enfrentar la situación con Alejandro, no se sentía capaz de discutir el porque ya no habían las ganas que al comienzo de su relación, todo se había convertido en rutina y, estaban normados todos los horarios incluidos los días y las horas de hacer el amor, el lograr la estabilidad que suponían tener y algún sentimiento ligado al amor pero disuelto por el tiempo los hacia seguir juntos.

La sonrisa de Patricia había quedado relegada en alguna foto familiar, ni ella sabe porque ese ceño serio, sin vida, era su expresión diaria. Pero todo comenzó a cambiar con velocidad impresionante, su sonrisa volvió a aflorar cuando conoció a Ernesto, si pudiéramos decir que lo conoció, pues tenían contacto casi a diario, si no era por mail lo era por teléfono, se tejió entre ellos una relación extraña, una obsesión para ella, un misterio para él, en está relación no había edades, ni estatus, sólo era.

La comunicación entre ellos se fue encendiendo, sus diálogos bordeaban el filo entre lo obsceno y lo correcto, entre lo humano y lo animal, lo secreto de la situación empezó a atraerle más y más, sus ganas volvieron, y siempre se veía dispuesta a entablar juegos eróticos con él o sin él, los encuentros fueron más seguidos, pero nunca presente, era una forma de controlarse, de poner un limite a esta situación que a ratos se le iba de las manos y le cambiaba el humor. Patricia se sentía infiel, pero feliz, a la cama volvió la calentura exiliada por la rutina. Alejandro intuía que algo sucedía, pero acostumbrados a dejar que el silencio actuará entre ellos, no dijo nada.

La llegada de cada noche tenía un significado especial para ella, a su lado sentía llegar el joven amante que llenaba su cama, e imaginaba como rozaba la respiración entrecortada su cuello, como besaba sus hombros sin apuros, sentía sus grandes manos recorrer su cuerpo febril, se encendía, su obsesión la llevó más de una vez a buscar su propia satisfacción al sentir su presencia en la habitación, cerraba los ojos e imaginaba encuentros en lugares comunes, se humedecía. Entonces Alejandro ya no era Alejandro, era él, y lo besa con pasión buscando en su boca cada punto que la conecte con su fantasía, y besa su cara, mordisquea sus orejas, escucha los gemidos tantas veces oídos por el fono, se empalaga de su miembro duro y lechoso hasta que el grito del placer causado, la sacaba del trance de beberse la vida, ella, lo toma y cabalga sobre él dando rienda a la calentura desatada, como yegua arisca no es fácil dominarla, y la suavidad es dejada por la penetración que labra su pulpa mojada, ahora es ella a quien montan, mientras le susurran palabras obscenas, violentas que la excita más, mientras ella susurra, casi orando, para que no le oiga aquel nombre que encerraba su vuelta a la vida, y siente como la lengua víbora, que ya no es de él sino de su amante, abre sus rosadas carnes enrojecidas por la pasión del entregarse, tantas veces relatadas, y ruega que la sometan al dolor y al placer de verse invadida por el sexo enhiesto que la llena , y gime , gime para no decir su nombre, lo abraza, lo rodea con sus piernas y brazos, hundiendo con fuerza , ira, ternura sus uñas, sus manos, para dar comienzos a los estertores del final, con los ojos más cerrados que nunca, invoca como ritual de magia negra a su amante para hundirse en placer del instante, su nombre recorre su cuerpo mientras calma se respiración. No dice nada, Alejandro le da un beso, le dice gracias, cada uno a su lado del lecho, él mirándola, Patricia buscando en el vacío del cuarto alguna huella de la ilusión que dejo marchar esta noche y la marcaban, esperando que llegue nuevamente la siguiente noche e invocarlo a él.